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Las esclavas cantoras de Al-Ándalus: mucho más que unas prostitutas de lujo.
Mujeres en la música

El post de hoy se centra en un fenómeno musical que se vivió en la península Ibérica a inicios del siglo IX y que perduró aproximadamente hasta el final del siglo XV. Este fenómeno no es otro que el de la música andalusí, surgida durante el auge del Califato de Córdoba y perpetuada después en los reinos de Taifas, el refugio de los intelectuales tras la caótica caída del Califato.

Al-Ándalus era entonces la frontera occidental del Islam, un cruce de caminos que dotó al lugar de una gran riqueza cultural gracias a la convivencia de la población sefardí, musulmana y cristiana. Esta interculturalidad contribuyó a la constante transmisión de conocimiento y, consecuentemente, al enriquecimiento sociocultural. Sin embargo, a pesar de la pacífica coexistencia, estas culturas presentaban notorias diferencias.

En cuestiones musicales, la percepción que la sociedad cristiana tenía de la música difería de la concepción andalusí. Mientras que los cristianos abogaban por la creación de una música de tradición culta y al servicio de la religión -lo que promovió el desarrollo de una notación musical que permitiría el control del repertorio musical-, el pueblo musulmán apostaba por la música de origen profano y, por ende, de transmisión oral. En lo que a la música árabe respecta, cabe destacar que, aunque a lo largo del periodo preislámico la actividad musical fue del dominio de la mujer, con la llegada del Islam el hombre adquirió bastante protagonismo, si bien las mujeres no desaparecieron del panorama musical. Fue en esta época cuando nació el concepto de la esclava-cantora.

                                                                                            

El término de la cantora, originalmente qayna, surgió en un momento en el que la mujer había perdido sus limitadas prerrogativas y se había convertido en una especie de entretenimiento o mercancía. Existían dos tipos de cantoras: la minoritaria cantora cortesana cuya función era la de entretener a su maestro, y la predominante cantora esclava que, al pertenecer a un rango inferior, se veía obligada a ejercer una especie de prostitución en los espacios de diversión.

Estas esclavas-cantoras, desde muy pequeñas, recibían una formación musical, científica y humanista debido a que, de este modo, podrían embellecer la conversación con sus señores mediante cultas anécdotas literarias e históricas. Asimismo, el hecho de que, además de servir en los palacios, pudieran deleitar a sus dueños a través del canto o la danza incrementaba su valor como mercancía. Es decir, el precio de una escala cantora era mucho mayor que el de una esclava ad hoc. Pero no cualquiera podía ser esclava cantora. Además de tener habilidades artísticas, era imprescindible ser guapa. Incluso en algunos tratados se habla de “la esclava cantora perfecta”. Olé sus huevos morenos -perdonadme la expresión-. Como veis, lo de los estándares imposibles viene de antaño.

Como ‘musa’ de poetas, -aprovecho para reiterar que además de musas, las mujeres también han sido artistas-, la cantora respondía al arquetipo de la hermosa mujer sumisa y objeto de placer, de ahí que la tríada mujeres, sexo y alcohol fuera una temática recurrente en el contexto de la literatura árabe clásica masculina. Los poemas que interpretaban las cantoras estaban construidos sobre temas de adulterio y proxenetismo, e incitaban a la frivolidad y a la sexualización de la mujer.

                                   

 

A continuación, os comparto el enlace a "Sirto de Creta”, una canción andalusí interpretada por  Emilio Villalba y Sara Marina, músicos especializados en la recuperación y difusión de las músicas históricas de los siglos XI al XVI:

 
 

Cabe destacar que, en un momento en que la poesía casi había sido monopolizada por los hombres, las cantoras perpetuaron la relevancia de la mujer en las artes. Gran parte de estas esclavas cantoras andalusíes fueron también poetisas cuyas composiciones aún hoy se conservan. Entre ellas destacan Qamar al-Bagdadiyya (s. IX),  Uns al-Qulüb (s. X), y Hind (s. X), Asimismo, se sabe que Fathüna Bint Yac far escribió el “El Libro de las esclavas-cantoras de Al-Andalus”, un tratado que refleja la importancia de la esclava cantora en la cultura andalusí. Al ser figuras obligadas en fiestas y tertulias palaciegas, estas mujeres fueron el eslabón entre las distintas cortes musulmanas y cristianas; influyeron en la cultura cristiana y fomentaron un mestizaje cultural que indudablemente condicionaría la tradición musical española.

En definitiva, las esclavas cantoras comprendieron su propia relevancia: en sus voces residía el poder de perpetuar una cultura. Sus actuaciones garantizaron la difusión de miles de versos de los que todavía hoy podemos disfrutar. Por eso, considero fundamental destacar su papel y honrarlo a través de este artículo ya que fueron mucho más que unas prostitutas de lujo; sin ellas y sin su labor transmisora, no habría sido posible conocer parte importante de la literatura de su tiempo.

Nos despedimos con un poema andalusí interpretado por el grupo aragonés Biella Nuei en el marco de Utopía Mudéjar, una iniciativa que pretende divulgar y reivindicar la huella andalusí y mudéjar en la cultura de Aragón:

 
 


 Por último, os planteo una pregunta: ¿esta composición no os evoca la música española? Personalmente, no puedo evitar pensar en “Me quedo contigo” (versión de Rosalía  )
 
 

o en “La Saeta al Cristo de los Gitanos” (versión de Camarón de la Isla:):

 
 

¿Qué opináis?   ¡Os leemos en los comentarios!    

                                                                                                                                                                 Celia Miguel
                                                                                                                                                                                                                                                                   

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