A menudo, cuando se manifiesta la obsolescencia de cualquier asunto, se emplea el calificativo «medieval», cuando se teme un retroceso social se habla de «regreso a la Edad Media» y, si lo que inquieta es una recesión económica, se apela al denominado feudalismo. Durante siglos, el concepto de la Edad Media ha sido estigmatizado. Históricamente, este periodo se ha concebido como un tiempo oscuro, dominado por la religión, la servidumbre y las enfermedades. Y, aunque, en efecto, puede que la Edad Media fuera la era del vasallaje, la Antigüedad avaló la esclavitud y, en cambio, no tiene tan mala prensa.
Hoy vengo a desmontar estos prejuicios derivados del Renacimiento, devolviendo la voz a quienes nunca debieron perderla: las trobairitz, poetisas medievales que, al igual que sus colegas masculinos, se dedicaron a la composición de versos que después eran cantados. Aunque en los libros de texto siempre se ha destacado la figura del trovador como principal exponente de la música profana medieval, en la Edad Media también hubo trovadoras —las trobairitz—, personajes que resultan imprescindibles para comprender la música y la literatura medieval, pero cuyo legado ha desaparecido de la mayoría de los estudios.
A lo largo de unas seis generaciones que abarcan desde finales del siglo XI hasta mediados del XIII, existió una distinguida cultura en un vasto territorio de la Europa occidental y meridional; una cultura femenina y libre que estuvo inspirada por el Amor y por la lengua materna. Originada en la zona pirenaica del sur de Francia, esta cultura no otorgó a su territorio el nombre de un linaje patriarcal, sino el de una lengua materna: Occitania o, directamente, Languedoc, una lengua románica también llamada provenzal. Contra todo pronóstico, las trobairitz se erigieron en las principales protagonistas del relato.
Estas mujeres conformaron una pequeña élite de poetisas que participaron de la cultura del momento y de la literatura enmarcada en los versos del «amor cortés», un concepto literario que apelaba a los versos donde se expresaba el amor sincero. Pero además de poetisas, las trobairitz también fueron señoras feudales —a veces propietarias, a veces consortes—, pues el derecho feudal reconocía a las mujeres como herederas de propiedades y de jurisdicciones en plenitud de derechos cuando no existía heredero varón del mismo grado de parentesco. La unión de ambos cargos en torno a una misma figura fue la esencia de la cultura trovadoresca, una cultura que, gracias a la difusión de sus versos, determinó el signo de toda la cultura política occitana en su conjunto. Sin lugar a dudas, ellas hicieron política a través de su poesía.
La obra literaria de las trobairitz tiene un valor extraordinario. Fueron las primeras mujeres occidentales que se distanciaron de la música sacra para componer música secular. Por vez primera, la mujer se declaraba al hombre y reclamaba su afecto, algo que resultaba muy transgresor en una época donde, además, los matrimonios solían ser de conveniencia. Por este motivo, algunas trovadoras emplearon sus poemas para declararse en contra de estas uniones concertadas de acuerdo a intereses socioeconómicos. Las trobairitz asumieron las riendas de sus relaciones amorosas y, al igual que los trovadores, cantaron a un amor imposible que, en definitiva, no era más que un amor infiel. A pesar de que el adulterio podía considerarse incluso cotidiano dado el frecuente desafecto amoroso matrimonial, el hecho de que las mujeres se atrevieran a expresarse como sujetos activos y deseosos de placer resultaba una completa revolución; más aún cuando este amor estaba dirigido a caballeros, trovadores e incluso a otras mujeres.
Antes de continuar, para que os hagáis una idea de cómo sonaba su música, os comparto un enlace a un cantar de la trobairitz Clara d’Anduza interpretado por Mara Aranda:
Las trobairitz fueron muy respetadas, algo admirable en una época donde el liderazgo femenino tenía poca cabida en la sociedad de la Baja Edad Media. El propio rey Alfonso X El Sabio admiraba su figura, motivo por el cual las trobairitz ocuparon un lugar privilegiado en su corte. Sobresalieron mujeres como Castellón o María de Ventadorn, trovadoras que compusieron poemas en los que reivindicaban la igualdad entre hombres y mujeres en el vínculo amoroso. No obstante, fue María Balteira, la soldadera, uno de los personajes más icónicos que habitó la corte del rey Alfonso X.
Sobre ella solo se conocen leyendas surgidas en las cántigas de escarnio, una serie de cantares fundamentados en la crítica de las malas conductas que fueron compuestos por diversos trovadores. Hasta quince poemas escritos por once trovadores, entre los que se encontraba el Rey Sabio, mencionan a María Balteira. Los poetas resaltaban con burla y escarnio sus andanzas y amoríos promiscuos. En cambio, nada se sabe sobre su obra, algo llamativo considerando el hecho de que las puertas de la corte solo se abrían a las mujeres talentosas en la danza y el canto. Ningún poema hace referencia a su talento, sino a su vida licenciosa. Una prueba más del tratamiento machista de la historia y la literatura.
El honor de Beatriz de Dia tuvo algo mas de suerte. Hija del conde Isoard II de Dia, esposa del conde de Viennois y posible amante del trovador Rimbaud de Orange, compuso una serie de poemas en occitano de los que todavía se conservan cuatro. Uno de ellos, A chantar m’er de so q’ieu non volria, aún preserva la música original. La condesa de Día puede sentirse orgullosa porque, desgraciadamente, es el único vestigio completo que se ha hallado sobre la existencia de la obra de estas mujeres.
A continuación, comparto el enlace a este cantar de la condesa:
Sin embargo, el libertinaje trovadoresco suscitó un gran recelo en algunas instituciones dotadas de poder social. Así pues, a partir del siglo XIII esta cultura fue duramente reprimida, perseguida y, finalmente, destruida por Francia y por la Iglesia católica mediante una cruzada iniciada con el pretexto de abolir la religión cátara. Los trovadores pasaron a la historia. No sucedió lo mismo con sus colegas mujeres. En cualquier caso, las trobairitz fueron una realidad. Y porque fueron, somos. Por eso, hoy reivindico su presencia histórica. Las mujeres necesitamos conocer la sabiduría y la lucha de aquellas que nos precedieron. Debemos conocer a las pioneras que, incluso sin ser conscientes de ello, promovieron enormes avances en términos de igualdad.